Y es que este río se lleva las flores…tiempo me ha faltado nada más levantarme para calzarme las chanclas (negras) de siete leguas y echarme a andar en dirección al Ganga. Un ligero viento y la luz me descubren al mirar hacia abajo que Sorolla está en el Ganjes. Le fotografío para admiración propia y ajena. Todos los ríos son el mismo río, ahora este río se ha encontrado conmigo, sin que nada lo anunciase, sin que nada me esperara. Y éste río tiene el nombre y el hambre de toda India. Es domingo, creo, ¿es posible que me olvide tan pronto, de lugares tan comunes, como el día de la semana? Medito un rato en lo alto de una roca sobre el transcurrir del agua y sospecho estar realizando un gesto antiguo, rememorado múltiples veces. Mis pies me guían sobre el puente y cruzo a la ciudad del otro lado, al otro Rishikesh, con su calle principal atestada de tiendas, con su arco a la entrada, que recibe al recién llegado, con un LOVE escrito como si de un sentimiento extraño y extendido se tratase (sirve, ama, da, reza en lo alto).
En el Ahsram he conseguido una habitación doble para uso individual, utilizando no sé qué encanto. Me informan que el servicio de lavandería lava y plancha por sólo 29 céntimos de euro cada prenda. Extiendo toda mi ropa sobre la cama disponible, que he decidido que sea la de la derecha.
Un vago y sutil misticismo envuelve al grifo del lavabo que se llama ¡Osho!
Camino entre los ghats (escaleras) que dan al río y aguardo sensato la puesta de sol, la primera en la que asistiré a un Aarti (ceremonia del fuego). Consigo un sitio donde estarme sentado y descubro a unas chicas californianas que me acompañarán durante todo el mes. Es desolador descubrir que el único inglés que entiendo con dificultad es el propio que yo hablo. Ellas me realizan una foto que borro a continuación, convencido de los uesei no han dado grandes fotógrafos en los últimos cinco minutos. Comparece el Swami (maestro y guía espiritual) Chindanand Sarasvatiji, rodeado de los chicos que estudian en el Ashram y que le realizan un pasillo de entrada. Comienzan los cantos, la música y me envuelve un aire conocido de plegarias que confundo, por un instante, con el mundo sufí. Mujeres y hombres depositan sus ofrendas de flores con incienso y una tea encendida al río, me conmuevo sin saber por qué, ¿por qué no?, acaso no es ese el motivo del viaje.
El sol se acabó hoy y mañana es aún ese lugar remoto y de enigma. Accedo al Samsat (reunión) que celebra el Swami tras la ceremonia, y a su lado se encuentra un yogui de 103 años, que creo entender que los sábados aún dirige una práctica matinal.
Hemos tenido una reunión, creo que hay que llamar así a aquello que hemos tenido, donde nos dan el programa que realizaremos el próximo mes y a las 6 de la mañana comenzaremos con canto védico y ásanas (posturas de Yoga), escribo en mi libreta que el cielo toca compulsivamente a fuga y es que está lloviendo. Bien, son las diez y me voy a la cama.
2 comentarios:
"me conmuevo sin saber por qué, ¿por qué no?, ¿acaso no es ese el motivo del viaje?" Espléndido. Como sorprendente es lo del yogui de 103 años. ¿Has pensado poner la etiqueta 'Cuaderno de India' a este relato de tu viaje? De esta forma, al pinchar en ese enlace si alguien desea leerlo o releerlo en un futuro, le saldrán todos los capítulos juntos, como la unidad que es.
Todos los ríos son el mismo río. Abrazo río.
Gracias Atman río…sigo tu propuesta y etiqueto las publicaciones como Cuaderno de la India, Muchas gracias por el soporte. Abrazo agua.
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