27 de mayo de 2011

Mi almohade y yo

Y como ayer dieron los Premios Charcolive, me vine corriendo para Madrid a recoger mi almohade de finalista (de huesos de aceituna carbonizados, también denominados güitos). Es el caso que luego me apunté sin darme cuenta a la cena de los poetas (¡Gracias Rafael, gracias Jesús!) y llegué tarde para probar el premio con un mínimo de conciencia adecuada. Así que...

Sí amigos, la están probando Melody y Ernie. Ya nos contarán...

Por cierto el poema me quedó muy bien leído (si es que una buena lectura salva cualquier cosa... gracias Roberta por tus comentarios.)

25 de mayo de 2011

Las sábanas, la primavera

Apuntes del natural. 

Doy la vuelta ante una carretera cortada. En el primer pueblo que  encuentro, una señora me detiene y pregunta si ya han abierto la carretera. Le indico que no, que de hecho acabo de de darme la vuelta un instante antes. Le consulto a mi vez como llegar a un pueblo al que no quiero ir. Quizá por mantener conversación. En el primer cruce que aparece, el coche que viene detrás me hace señas de que voy mal. Identifico al volante a la persona que me dio amablemente las indicaciones para ir al pueblo adonde no quiero ir. Rectifico y tomo el camino correcto. Igual en el cruce siguiente, mientras ella contempla horrorizada cómo siempre me equivoco. Debe pensar a estas alturas que sus instrucciones han sido penosas o que quien conduce delante es un alma perdida. Empiezo a fijarme en todos los desvíos que anuncian el pueblo adónde no quiero ir. Finalmente lo alcanzo y mientras mi coche lazarillo continúa su camino satisfecho, me deshago en agradecimientos. Así consigo llegar al pueblo al que no quería ir. 

Me siento en la terraza de una cafetería con un capuchino. Una chica rubia de acento ¿canadiense? me pregunta si me molesta que se siente a mi lado. Veo que hay sitios libres pero no me molesta, al contrario, y creo que así se lo hago saber. Al rato queda una mesa libre detrás mío y se mueve a ella. ¿Qué he hecho mal? Al irme le deseo una feliz tarde. Creo que me da las gracias con su acento ¿canadiense?

Me saludan, mientras paseo, desde varios coches pero como llevo gafas de sol, me limito a devolver el saludo sin identificar a nadie. Uno de ellos se detiene pero continuo mi marcha. Al rato, otro o el mismo coche hace otro tanto. Alguien desciende  y me invita a una tertulia, a que lea unos poemas. Me pregunto qué querrían los otros. 

He recordado por qué era tan amable doblar las sábanas antes de tenderlas, entre dos. 

Me he decidido con un aplomo épico y estoico a estrenar sábanas. Son de inicios de primavera.  Llevan flores rojas y hacen juego con fundas de almohada rojas. Mañana me obsequiarán con una almohada realizada con güitos de aceituna calcinados, me pregunto si también será roja. Estoy deseando otro acto de heroicidad y estrenarla. 

20 de mayo de 2011

El sistema es Anti

No sé más que los versos que emito, tampoco sé menos, pero algo de Madrid se ha vuelto un ágora y una asamblea permanente. Ya me parece bastante. Esta es la primavera de nuestro descontento y ¿la vuestra?








Recorriendo el territorio ajeno
ser otro,
pero no el que se duele en la sangre
y sus mentiras,
porque la exudación me corresponde
solo quirúrgico, triste indignado,
casi en la oxidación de los mastines.

14 de mayo de 2011

Mientras todo se derrumba alrededor

Mientras todo se hunde alrededor... (Jesús Urceloy)
Paseo por amor a la tormenta. Me repito que la ira no se puede poner sobre la noche pero, por favor por favor que nadie más me llame inmaduro.













9 de mayo de 2011

GOLDEN EYE

Por eso te has comido media tarta de chocolate entera y kilos de puré de verdura por razón de equilibrio. Porque hay amigos que ya se preocupan por tu delgadez o dejadez y esa manía estupenda de encerrarte los fines de semana. O casi. Acaso y ocaso. Y el astro nocturno ha dejado de fijar en ti su objetivo y duermes al fin duermes. Vestido de blanco, desnudo de blanco en un lecho enorme. Como un chiquillo que no eres, que siempre serás, sigues jugando a la marea y acabas con los pantalones inundados, los pies en remojo en un paseo de mar cuando la policía interviene, guardas los calcetines húmedos y no es por ti. A fin de cuentas llevas una camiseta de marca, un pantalón de marca, podrías haber descendido de un transatlántico, ser uno más. Te vienen a recoger, a regañarte, sigues pulsando las mañanas, huyendo en autobuses de siete horas. Son dos cafés, siempre han sido dos cafés. Le mientes al amigo que pregunta qué buscas en esa colección de amadas, que pacientemente has perdido. "Hay que ver lo mal que le va a todas nuestras ex", te apuntan. Salvo que no sabes nada de ellas. Salvo que hoy con mil dolores pequeños recuerdas. Recuerdas al que está con la pierna herida, al que pasea, a la que llama y no le coges el teléfono. Y haces recuento. Te paras cuando se te acaban los dedos. Los dedos son el imaginario de la vida y un día se acaban. Por eso te has comido media tarta de chocolate, has buscado a Bach sobre todas las cosas, las variaciones Gould y haces la cama. Siempre harás la cama, mamá dixit. Aireas una habitación donde todo pasa. Donde no pasa. Un escritorio al borde del abismo. Hoy es nueve. Te has levantado un nueve, no está mal, sobre diez. El patio se ha llenado de flores hipócritas que hueles. Buscas la animalidad lacaniana y estás moreno. Debería bastar.
Así llegas a un final feliz. Irás contigo de derrota en derrota hasta el triunfo final.