23 de julio de 2015

Abluciones de la luna nueva. De mi vida en un Ashram.

Para todo viajero del espíritu que se acerca a India existe un momento de especial conexión, largamente esperado, y es el de sumergirse en el Ganges. Realizar las inmersiones rituales en la Madre Ganga. Esta mañana no hemos tenido práctica, lo que no ha impedido que me levante a las 4,30, he asistido a los cantos de mantras antes y durante el amanecer. Diez Brahmanes han dirigido al Gurukul (el colegio de niños que se forman aquí). Casi al final uno de los diez ha tomado un micrófono y nos ha despedido con una fenomenal bronca a todos. No he entendido nada de su hindi o urdu pero me he apresurado a disculparme con el firmamento. Om Sahana Bhavatu…
Me han indicado que hoy es el momento propicio para acercarse al río y realizar las ansiadas abluciones. Siempre que se realicen antes de las 12 del medio-día, donde la luna pierde su potencia. He encendido un incienso, sobre el lingam, a la talla de Shiva y con ropas blanca he acudido a uno de ghat. El camino está flanqueado por bancos dedicados a la meditación y varias personas se han instalado en ellos. No sé que pasará por sus mentes pero el entorno se vuelve delicado, como tomado de un aire distinto.
Hablo siempre de la densidad del aire,  cómo a veces, cambia, se percibe ese "no sé qué que queda balbuciendo", al decir de San Juan. Y atravieso ese espacio con sumo cuidado, intentando no quebrar su magnitud, no empujar a mi paso, las partículas que lo conforman. Un leve roce bastaría para que el mundo se hundiese hacia su centro. Y el centro es el río.
Me alejo un poco del Ashram aquejado de un leve pudor, pienso realizar mis abluciones desnudo.
Unos cuantos ghats más allá  un grupo de chicos  están realizando ya el ritual y les pregunto si puedo unirme a ellos, si el río es seguro en esa zona. Me invitan de inmediato y me proporcionan el cabo de una cadena atada a la orilla, para que vaya introduciéndome en las aguas. No puedo decir que estén frías, no podría decir si arrastran mucho caudal, hay una emoción que bloquea al resto de los sentidos. Entre risas, por mi torpeza, les pregunto qué hago, qué cuántas veces, qué…me indican que me tape la nariz y los ojos realizando una suerte de mudra con mi mano derecha, mientras con la izquierda me aferro al cabo que me une y sujeta a tierra. Son cinco las veces que introduzco la cabeza, y con ella el resto de mí, en las aguas del río. El momento es fugaz, siento estar entre compañeros de un juego milenario, en un momento que va a marcar mi vida y no sé como vivirlo. Quizá sólo se pueda hacer eso, estar sin hacer, no ofrecer resistencia, dejar que fluya, tantas cosas que nos hemos dicho tantas veces y ahora, con la inconsistencia de un recién nacido, de un recién llegado, experimento. Fluir en las aguas de un río que es tanto como decir fluir con la India. Porque presiento que he entrado, desde el instante en que introducía mis pies, en la historia del mundo. De este mundo, de todos los mundos. De todos los hombres y mujeres que han realizado ese mismo gesto durante milenios y sin los cuales no estaría aquí, ni mi baño, hoy, ahora, tendría sentido. Según salgo del río me despido de mis compañeros de viaje con un Namasté, con un Hari Om y me refugio en los bancos destinados a la meditación. Los comparto con otras tres personas y un perro.
Decido pasar el resto del día en silencio, desconozco si añadirá algo de pureza al acto que acabo de realizar pero todas las fibras, las capas de mi ser desean abandonarse, a esta sensación recién llegada, sin distracciones. De manera que en cuanto vuelvo a mi habitación, todavía mojado, escribo en la palma de la mano: "I´m in silence", y hago de ello mi salvoconducto para el día de hoy. En silencio asisto a las prácticas de la tarde, en silencio veo encenderse las luces de Rishikesh y como sus gentes en silencio se van sentando frente al río, a despedir el Sol,  en silencio tomo una ofrenda de flores que lanzaré a ese mismo lugar, al que ya pertenezco . El Universo tiene reservados para esta hora los colores exactos, el decorador de cielos merece un aplauso. No hay preguntas, todo está lleno de repuestas y éstas, repletas de matices, nos las regala el silencio…




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