7 de mayo de 2015

Malas, cuencos cantores, Shiva en la isla del tesoro. De mi vida en un Ashram


Hoy ha despertado, con todos sus atributos, el pequeño demonio occidental que llevamos dentro, y le he sacado de compras…primero hice una lista mental de cinco personas para cinco Malas (ese collar de 108 cuentas que sirve para recitar mantras, para acompañar durante la meditación) y ávidamente los tomé de un puesto al final de la calle (de los escasos que regenta una mujer). Corriendo bajo al río para bañarles, para realizar una breve y sentida ceremonia de purificación (sé que a sus futur@s poseedor@s agradecerán el gesto), recitando el Gayatri Mantra. Acompaño el acto con flores del jazmín que hay a la salida del Ashram. Nada se debe dejar al azar, sólo el azahar. Y es que esta tarde, después de 9 días no he asistido a la práctica de la tarde. Tras la comida un cansancio insondable me ha mantenido en cama, hasta que despertó el demonio. Al volver con los Malas sonrientes, me introduzco en una tienda donde vislumbro cuencos cantores y me dispongo a hacerlos sonar, a todos. Uno de ellos sale colgado de mi brazo. Nada más acercarle el stick ha comenzado a vibrar y ya me relamo pensando en las veces que lo voy a hacer sonar en mi cuarto. Entro en una tienda de Himalaya (productos de parafarmacia naturales) y me llevo un Triphala (protector de estómago que horas después presto a Cristal, natural de Michigan, con problemas intestinales estos días). Aún la calle me depara más irresistibles tentaciones. Una representación en bronce de Shiva, su versión local, con tridente, sentado en meditación sobre la piel de un tigre, mostrando amistoso la palma de su mano derecha. Me ofrecen su talla dorada y me fijo en otra ennegrecida y verdosa, no sé por qué esta última me enternece (la llamada del patito o Shiva afeado). Esta noche al mostrar mi deidad (claro que la compré), Rashu me indica que los dioses deben estar limpios, inmaculados, que si lo deseo se la lleva a un amigo para que la deje completamente dorada. No soy capaz de desilusionarle explicando porque precisamente me llevé el oscurecido pero tampoco accedo a que lo lustren. A Shiva le va a acompañar, a partir de ahora, un lingam en el que quemaré incienso, a modo de pequeño altar en el lavabo del fondo de la habitación. Cuando me retiro cargado de tesoros, descubro que mi frutero (empuja un carro con frutas), ha desaparecido de su lugar habitual, así que me aprovisiono de plátanos en otro puesto, con la sensación de estar realizando una pequeña traición. Al entrar en el Parmath Nikettan parezco una señora bien que sale bien de unos grandes almacenes, ruborizado voy corriendo a esconderme con la esperanza de no tropezar con nadie. 
Me comprometo a no ausentarme más de las prácticas, no vaya a ser que tenga que comprar una maleta para llevarme lo que al pequeño gran demonio se le antoje.



 P.S. Cuelgo abajo la pizarra con los nombres y secuencia de las asanas que hemos realizado hoy. 22 en total, quizá algún día repita esta secuencia con mis alumnos (compañeros de práctica) y les aconseje que después de realizarla escondan sus carteras en la isla del tesoro.


4 comentarios:

Lidia dijo...

Querido José Antonio:

El otro día aparecí por aquí y leí las últimas entradas del diario :) Este trocito de hermosa vida que tan bien has conseguido integrar y las vivencias que, claramente, emanan de tu espíritu. Tal y como eres, te has dejado calar. Con gracia natural. Tan buen pupilo como maestro.
De verdad que me encantan estos escritos. Te imagino perfectamente allí. Lamento muchísimo lo de Nepal, corazón. No sé por qué las desgracias siempre ocurren donde los recursos escasean más...me entristece profundamente.

A ver si nos vemos pronto, guapo.

Mi abrazo y mi cariño.

wolf dijo...

Lidia, gracias por tus comentarios…fue una experiencia muy integradora, lo que me animó un año y medio después, y tras reencontrar el cuaderno de viaje, a compartir tales asuntos.
Con Nepal anda la tristeza rondándonos, espero que las incompetencias de sus autoridades no retrasen la llegada de la alegría, aunque bien mirado, aquí ocurre otro tanto.
Mi enhorabuena desde estas páginas y de nuevo por tu gran disco, todavía tengo pendiente una audición más detenida. Queda pendiente ese encuentro pronto.
¡Mi A Brazo!

Anaís dijo...

¡Fíjate! Los cinco malas están encantados con su baño sagrado de purificación, resplandecientes al sol (es un gesto que se agradece, Atman, claro que sí; mi mala me aporta calma y compañía, no sólo durante la práctica meditativa, sino en eventos importantes como la presentación del libro).

Abrazos, Lidia, abrazos, José Antonio.

Anaís dijo...

¡Fíjate! Los cinco malas están encantados con su baño sagrado de purificación, resplandecientes al sol (es un gesto que se agradece, Atman, claro que sí; mi mala me aporta calma y compañía, no sólo durante la práctica meditativa, sino en eventos importantes como la presentación del libro).

Abrazos, Lidia, abrazos, José Antonio.