El mundo pequeño que manejo no es casual, es causal. A veces serendípico (ver serendipity en H. Walpole). Hace escasas fechas, tras de una hermosa paella en Paniza, la sobremesa sobrevoló de un tema a otro hasta recalar en la Residencia de Estudiantes de la calle Pinar. Bien poco se me barruntaba a mi, que unos días después volvería a ella y con el objeto de la presentación de un libro. De idéntica forma que cuándo colgué la histórica foto del artículo anterior, no pensaba que me encontraría frente al responsable, de que aquellos dos adolescentes posaran en un canal del Garonne á Toulouse.
Rara vez cuelgo nombres propios en este blog, por considerarlo impropio, que debe ser paradoja. Pero después de los abrazos con Javier Pérez Bazo...
La tarde estaba apretada de calor y los edificios de ladrillo de la Residencia. Nada más entrar me he encontrado en una mesa a Javier (que habrá que decirlo fue el inoculador del veneno poético de mis irredentos acentos en quinta, asunto que nadie ha conseguido reparar aún). Me ha recibido el brillo en sus ojos, en los míos el límite con la humedad (hace 17 años...) y la alegría del contagio. Una urgencia gozosa, la metáfora feliz. Me he introducido en la sala del piano como quien va a asistir a su "Litúrgica labranza".
Poco después por razones de protocolo de una fundación bancaria, responsables de la edición y , por prescripción de una de sus azafatas (fea y cuyo pantalón trasparentaba unas bragas feas) he iniciado un peregrinaje por asientos varios, hasta ser depositado en uno donde reposaba: ¡el ejemplar que desde ese instante poseo!. Jamás de los jamases banco alguno hiciera tan buen presente a fin de mes. En el asiento ponía reservado, no sé, sería para mí.
Y luego aconteció la magia. Para quién no conozca a Javier, decirles que es un seductor de la palabra, que se apoya en todo el peso del tuétano del alma, que... Yo, a ese hombre ¡le adoro! Y no sólo porque desgranase a Juan Chabás (que para eso es la máxima autoridad y heredero universal), la generación Vabum y la generación Majo, que invitase, nos invitase a un viaje a las vanguardias de este país, cuándo eran. La imagen más conocida de nuestra poesía, a ver Sevilla... tercer centenario de quién...? y hoy es ¡27, en la Residencia!. Los recuerdos de Aleixandre y Alberti y Cernuda (malhumorado toda su vida con Chabás por su reseña de "Perfil del aire") y Pepín Bello, Maeztu. No, no sólo eso. La tarde ha estado salpicada de guiños, que no era el único al que llevabamos tanto tiempo sin ver. Hastan se han citado las últimas y enigmáticas palabras del progenitor de Sabina, antes de morir: ¿En qué gastarán tanto dinero las Diputaciones provinciales?
Y de ahí al déjenme terminar con esto y lo otro y:
En dilatadas horas de marea en retirada y quebrado el hombro por el peso de impúdicas sinrazones, permítame el lector que me dedique a mí mismo el aliento de este libro con una pizca de ternura.
Y también a cuántos cuidan mi vigilia. Y a quién, muy obstinada, logre hacer transparentes las aguas removidas de nuestra existencia."
En el libro llevo una dedicatoria que el impudor me dice guardar, pero no puedo resistirme a esta línea:
"sabes que tanto tiempo sin versos ha servido para quererte aún más".
Lo dicho, yo, a ese hombre ¡le adoro!
Juan Chabás. Testigo de Excepción. Crítica Periódica sobre literatura de Vanguardia. Introducción y selección de Javier Pérez Bazo. Colecc. Obra Fundamental. Fundación Banco de Santander.¿Qué le vamos a hacer?